Cuando salí, de la oscuridad de la sala Galileo, al intenso frío de la noche de Madrid, solo tenia dos cosas en la cabeza, Cesar Rodriguez y volver a casa.
Y es que había perdido ya la cuenta de los conciertos que había ido a ver a Cesar Rodriguez, sin embargo esta era la primera vez que lo veía con banda, y, a pesar de saber que lo acompañaban un grupo de músicos importante, tenia mis pequeños prejuicios por eso de estropear recuerdos.
Recuerdos que me llevaban al búho real, o al teatro Cervantes en Valladolid, o en Salamanca en el teatro de caja duero.
Recuerdos que me llevaban a unas cañas, dos, tres o quince, con mi amigo Rodrigo en cualquier bar mientras veíamos un nuevo concierto y acabábamos totalmente intoxicados y comentando las frases que había dicho Cesar, o lo buena que era la canción de “veras como al final”.
Y es que había perdido ya la cuenta de los conciertos que había ido a ver a Cesar Rodriguez, sin embargo esta era la primera vez que lo veía con banda, y, a pesar de saber que lo acompañaban un grupo de músicos importante, tenia mis pequeños prejuicios por eso de estropear recuerdos.
Recuerdos que me llevaban al búho real, o al teatro Cervantes en Valladolid, o en Salamanca en el teatro de caja duero.
Recuerdos que me llevaban a unas cañas, dos, tres o quince, con mi amigo Rodrigo en cualquier bar mientras veíamos un nuevo concierto y acabábamos totalmente intoxicados y comentando las frases que había dicho Cesar, o lo buena que era la canción de “veras como al final”.
Recuerdos del primer CD grabado que me regaló la novia de mi hermano y que llevaba escondida la versión que hizo de “luz de escenario”. Las primeras citas con la que ahora es mi mujer, que era incapaz de recordar la letra de ninguna canción excepto si se trataba de alguna de Cesar.
Todos, absolutamente todos los conciertos que había disfrutado hasta el momento había sido él solo sobre un escenario el que los había dirigido, y por eso de que la atención se diversificaba al haber más gente en el escenario, realmente pensaba que no iba a ser lo mismo, que no me iba a calar.
Pero empezó el concierto, sonaron las notas de “déjame entrar” apareció la percusión, le siguió un violín, el bajo y tras ellos Cesar, y si, sin lugar a dudas, eso seguía sonando a Cesar Rodriguez, mejor, más vestido, más con ropita de domingo, pero Cesar Rodriguez.
Siguió el concierto y me di cuenta de que me estaba volviendo a pasar lo de siempre, sentía que las canciones las había hecho robándome momentos de mi vida. Cada palabra explicaba la anterior, cada frase completaba la historia, y me lo creía todo, me volví a sentar con un amigo en una placita para tomarme una cervezas y hablar sobre lo que haga falta, me volvió a dejar aquella novia que tanto quería y decidí volver a quemar las flores que había cortado para ella, volví a pedir perdón de la forma más humilde, con la cabeza agachada, volví a ser parte de esas familias machacadas por la historia y le volví a dar las gracias a mi chica por permanecer a mi lado, en la sombra, cuando alguien me reconocía algo.
Y es que me suenan a verdad sus citas, sus canciones. Me resultan amenas, divertidas, tristes, complacientes, enrevesadas, complejas, simples, graciosas, de pasada, para siempre, de quedarse y pararse, y de correr, huir y no querer volver por aquellos recuerdos. Pero sobre todo, sentidas, me llegan, me hacen emocionarme, y eso, eso es lo que más me gusta de un concierto de Cesar y de sus canciones.
Y es que estoy convencido de que Cesar siente lo que hace, y eso se nota en cada actuación, cuando logra que sea distinta a la anterior, cuando observa y ve lo que tiene alrededor y sabe como ganarse a la gente que ha ido a escucharlo, con dos frases, tres comentarios, un “estoy acojonado”.
Me gustan sus conciertos, lo reconozco, me gusta su música y su poesía, me parece una buena forma de pasar mí tarde, noche o lo que sea, y encima tuve la suerte de conocerlo en una serie de conciertos que me dio por organizar una vez.
Recuerdo que la primera vez que hablé con él pensé, “es normal que escriba tan bien, se lo guarda todo para él y sus amigos”. Esa primera vez estuvo sobrio, serio, y profesional, de esos profesionales que no son inaccesibles, pero que tampoco conceden visados gratis para que lo conozcas.
Y me pareció bien, lo respeté, porque por esa época, con todo lo de la organización, tuve la ocasión de conocer a varios de esos artistas que son capaces de expresar en tres palabras lo que no habría sido yo capaz de asimilar en cinco años. Y a decir verdad, no todos resultaron ser la imagen idílica que sobre ellos te sueles generar. Así que preferí su hermetismo a haberme visto sorprendido de nuevo.
Sin embargo volví a coincidir con él apenas tres semanas más tarde. En esa ocasión pasamos la tarde de aquí para allá, compramos unos donuts en la calle Tenerías, un recuerdo para su familia en la Plaza mayor, vimos una manifestación y pasamos ese frío que solo se pasa en Valladolid, tocó la guitarra en el camerino y charlamos, hablamos muchísimo. Además, como uno es así de simple, me despaché a gusto y me permití el lujo de contarle mi vida, no se, me sentí cómodo (y no suele ser normal en mi) y, aunque suene ridículo, apreciado. Creo que es de esas personas que, simplemente estando consigue que te sientas acompañado.
Esa tarde descubrí un Cesar cercano, agradable y paciente y, lo poco que conocí de su forma de ser me gustó, me pareció sentido, directo y sincero, todo lo sincero que puedes ser con alguien a quien no conoces, pero sincero.
Cuando se fue, se lo comenté, le dije, “ves, esto es con lo que me voy a quedar de todo este quilombo” y él me dio un abrazo. En ese momento supe que acababa de generar un recuerdo, uno de los buenos, de esos de los que tiras para poder continuar en ciertos momentos.
Y es por eso por lo que me gusta ir a ver a Cesar Rodriguez, y es por eso que cuando salí, de la oscuridad de la sala Galileo, al intenso frío de la noche de Madrid, solo tenía dos cosas en la cabeza, Cesar Rodriguez y volver a casa.
Todos, absolutamente todos los conciertos que había disfrutado hasta el momento había sido él solo sobre un escenario el que los había dirigido, y por eso de que la atención se diversificaba al haber más gente en el escenario, realmente pensaba que no iba a ser lo mismo, que no me iba a calar.
Pero empezó el concierto, sonaron las notas de “déjame entrar” apareció la percusión, le siguió un violín, el bajo y tras ellos Cesar, y si, sin lugar a dudas, eso seguía sonando a Cesar Rodriguez, mejor, más vestido, más con ropita de domingo, pero Cesar Rodriguez.
Siguió el concierto y me di cuenta de que me estaba volviendo a pasar lo de siempre, sentía que las canciones las había hecho robándome momentos de mi vida. Cada palabra explicaba la anterior, cada frase completaba la historia, y me lo creía todo, me volví a sentar con un amigo en una placita para tomarme una cervezas y hablar sobre lo que haga falta, me volvió a dejar aquella novia que tanto quería y decidí volver a quemar las flores que había cortado para ella, volví a pedir perdón de la forma más humilde, con la cabeza agachada, volví a ser parte de esas familias machacadas por la historia y le volví a dar las gracias a mi chica por permanecer a mi lado, en la sombra, cuando alguien me reconocía algo.
Y es que me suenan a verdad sus citas, sus canciones. Me resultan amenas, divertidas, tristes, complacientes, enrevesadas, complejas, simples, graciosas, de pasada, para siempre, de quedarse y pararse, y de correr, huir y no querer volver por aquellos recuerdos. Pero sobre todo, sentidas, me llegan, me hacen emocionarme, y eso, eso es lo que más me gusta de un concierto de Cesar y de sus canciones.
Y es que estoy convencido de que Cesar siente lo que hace, y eso se nota en cada actuación, cuando logra que sea distinta a la anterior, cuando observa y ve lo que tiene alrededor y sabe como ganarse a la gente que ha ido a escucharlo, con dos frases, tres comentarios, un “estoy acojonado”.
Me gustan sus conciertos, lo reconozco, me gusta su música y su poesía, me parece una buena forma de pasar mí tarde, noche o lo que sea, y encima tuve la suerte de conocerlo en una serie de conciertos que me dio por organizar una vez.
Recuerdo que la primera vez que hablé con él pensé, “es normal que escriba tan bien, se lo guarda todo para él y sus amigos”. Esa primera vez estuvo sobrio, serio, y profesional, de esos profesionales que no son inaccesibles, pero que tampoco conceden visados gratis para que lo conozcas.
Y me pareció bien, lo respeté, porque por esa época, con todo lo de la organización, tuve la ocasión de conocer a varios de esos artistas que son capaces de expresar en tres palabras lo que no habría sido yo capaz de asimilar en cinco años. Y a decir verdad, no todos resultaron ser la imagen idílica que sobre ellos te sueles generar. Así que preferí su hermetismo a haberme visto sorprendido de nuevo.
Sin embargo volví a coincidir con él apenas tres semanas más tarde. En esa ocasión pasamos la tarde de aquí para allá, compramos unos donuts en la calle Tenerías, un recuerdo para su familia en la Plaza mayor, vimos una manifestación y pasamos ese frío que solo se pasa en Valladolid, tocó la guitarra en el camerino y charlamos, hablamos muchísimo. Además, como uno es así de simple, me despaché a gusto y me permití el lujo de contarle mi vida, no se, me sentí cómodo (y no suele ser normal en mi) y, aunque suene ridículo, apreciado. Creo que es de esas personas que, simplemente estando consigue que te sientas acompañado.
Esa tarde descubrí un Cesar cercano, agradable y paciente y, lo poco que conocí de su forma de ser me gustó, me pareció sentido, directo y sincero, todo lo sincero que puedes ser con alguien a quien no conoces, pero sincero.
Cuando se fue, se lo comenté, le dije, “ves, esto es con lo que me voy a quedar de todo este quilombo” y él me dio un abrazo. En ese momento supe que acababa de generar un recuerdo, uno de los buenos, de esos de los que tiras para poder continuar en ciertos momentos.
Y es por eso por lo que me gusta ir a ver a Cesar Rodriguez, y es por eso que cuando salí, de la oscuridad de la sala Galileo, al intenso frío de la noche de Madrid, solo tenía dos cosas en la cabeza, Cesar Rodriguez y volver a casa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario